El trabajo de pastor de
ovejas no siempre ha sido apreciado por la sociedad. Este puede ser visto aún
en la historia bíblica. Por ejemplo, cuando Jacob y su familia, en total 70,
descendieron a Egipto, José menciona que “los egipcios detestan el oficio de
pastor” (Génesis 46:34.
Si avanzamos casi dos milenios en la historia bíblica, y leemos sobre la visita de un ángel del Señor a los pastores anunciándoles que “hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11), muchos comentaristas nos dirán que “los pastores, como una clase social, estaban bajo condena por los rabinos judíos, porque estaban necesariamente alejados de los requerimientos religiosos, y su manera de vivir hacía que la observancia estricta de la ley, fuera imposible”.
No obstante que los
pastores como clase social ha sido mal vista por muchas sociedades, la figura
del pastor de ganado vacuno y ovejuno, es constante en la Biblia y llega,
sorprendentemente, a niveles máximos de valoración. Por ejemplo, cuando Faraón
les pregunta a los hermanos de José, es decir, a los patriarcas de Israel: “¿En
qué trabajan ustedes?” Ellos respondieron: “Nosotros, sus siervos, somos
pastores, al igual que nuestros antepasados” (Génesis 47:3). Con esto quiero
hacer notar que Israel reconoce su origen pastoril.
Otro ejemplo es Moisés.
Moisés es una figura tan importante en Israel en el tiempo de Jesús, que para
los líderes religiosos de Israel solamente había una alternativa: o Jesús o
Moisés (por cierto que muchos de ellos prefirieron “su Moisés”). Pero este
Moisés, antes de ser el instrumento humano de la liberación de Israel y el
instrumento humano que dio la Ley al pueblo de Israel, tuvo que ser entrenado
en la escuela del pastoreo de ovejas por 40 años en el desierto, cuidando el
rebaño de su suegro Jetro (Éxodo 3:1).
David es un tercer
ejemplo. David fue el rey por antonomasia en Israel. Pero cuando lo buscaron
para ungirlo como rey, estaba “cuidando el rebaño” de ovejas (1 Samuel 16:11).
Fue precisamente la valentía y destreza que David había adquirido en su
entrenamiento como pastor de ovejas lo que Dios usó para que derrotara al
gigante Goliat (1 Samuel 17).
Para Dios, los líderes
de Israel, líderes políticos y líderes religiosos debían ser pastores, y así
los llama Dios en Ezequiel 34. Allí, Dios les reclama a los líderes de Israel
que ellos se pastorean a sí mismos: “Ustedes se beben la leche, se visten con
la lana, y matan las ovejas más gordas, pero no cuidan el rebaño” (Ezequiel
34:3).
Pero, la valoración más
alta del trabajo del pastor, viene cuando la Biblia proclama: “El Señor es mi
pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas
aguas me conduce; me infunde nuevas fuerzas. Me guía por sendas de justicia por
amor a su nombre. Aún si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno
porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta. Dispones ante mí un
banquete en presencia de mis enemigos. Has ungido con perfume mi cabeza; has
llenado mi copa a rebosar. La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi
vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre” (Salmo 23). Con razón Jesús
afirma “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Juan
10:11).
El ministerio pastoral es el ministerio de Dios.
Cuando los pastores
desarrolan el ministerio pastoral, como Dios lo manda hacer: amando a la
iglesia hasta el punto de dar la vida por ella, cuando lo hacemos de esa
manera, nos alineamos a Dios en una koinonia.
Jesús dijo en una
ocasión, “no me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros”
(Juan 15:16 Reina Valera). Yo creo que los pastores deben decir lo mismo: la
iglesia no me eligió, yo elegí a esta iglesia para amarla, alimentarla, y
cuidarla.
Dios como Modelo de
Ministerio Pastoral
Mencionamos en la
sección anterior que, aunque el trabajo de pastor de ovejas ha sido mal visto
en algunas sociedades, tanto en lo social como en lo religioso, Dios no se
avergüenza de llamarse pastor de su pueblo. Jesucristo, que hace lo que ve al Padre
hacer, tampoco se avergonzó de llamarse “el buen Pastor”. Nosotros tampoco
debemos avergonzarnos de llamarnos pastores del rebaño, pastores de la grey.
¿Qué podemos aprender
de Dios en términos pastorales?
La respuesta sería
“todo”.
La Biblia afirma y dice:
Dios es amor (1 Juan
4:8) y dice, Dios es pastor (Juan 10:11).
Estas dos afirmaciones
son paralelas y que cada una debe ser entendida en función de la otra. Esto es,
entre más amamos al pueblo de Dios más pastores somos, y entre más pastores
somos, más amamos al pueblo de Dios.
La descripción de
Ezequiel, de lo que Dios hace como pastor, corresponde con lo descrito también
en el Salmo 23. “He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las
reconoceré” (34:11 Reina Valera). “En buenos pastos las apacentaré, y en los
altos montes de Israel estará su aprisco; allí dormirán en buen redil, y en
pastos suculentos serán apacentadas sobre los montes de Israel” (34:14 Reina
Valera).
Esto significa “Dios es amor” y “Dios es pastor”. El Salmo 23 también
significa que Dios es pastor y por lo tanto es amor.
Ser pastor o amar a la
congregación es contrapuesto al egoísmo, al buscar lo que es propio de uno, al
ponerse uno en primer lugar: “¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a
sí mismos! Coméis la grosura, y os vestís de lana” (Ezequiel 34:2-3 Reina
Valera). Estos pastores, que no eran pastores conforme al corazón de Dios,
buscaban lo suyo propio. Se ponían ellos en primer lugar, y se aferraban a sus
cosas. En cambio, Jesús dijo: Yo soy el buen pastor, porque el buen pastor da
la vida por sus ovejas”. Por eso la invitación de la Palabra de Dios es: “Haya,
pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo
en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-8). Esto significa
que “Jesús es amor” y “Jesús es pastor”.
Por eso la exhortación
que dice: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad,
estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno
por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Filipenses
2:3-4).
Por eso el llamado a
los pastores es a ser pastores, en otras palabras, a amar a su iglesia.
Dios se llama a sí
mismo pastor y no se aplica otros importantes títulos ministeriales que hay en
la Biblia, me refiero especialmente a profeta y apóstol. Pero, lo que mejor
describe la clase de relación que Dios tiene con su pueblo son conceptos como
pastor, amor, padre, amigo, y similares.
El apóstol Pablo nos
enseña que Dios nos ha hecho ministros competentes de un nuevo pacto. Pablo
valoraba su ministerio apostólico como el que más. Y nos enseña lo que
significaba para él su ministerio en las siguientes palabras: “He aquí, por
tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no
busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los
padres, sino los padres para los hijos. Y yo con el mayor placer gastaré lo
mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos
más, sea amado menos” (2 Corintios 12: 14-16 Reina Valera).