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EMPERADORES ROMANOS Y EL CRISTIANISMO


  
Nerón (64-68)


Una de las más famosas y quizá la más temprana persecución a los cristianos fue la ejecutada por el emperador Nerón en base al incendio que acabó con varios barrios de la ciudad de Roma.

Los cristianos fueron acusados responsables y cruelmente reprimidos para satisfacer la ira del pueblo.

En el año 64, la ciudad de Roma se vio envuelta en llamas.

Nerón, es un tipo de anticristo, fue uno de los emperadores que más se ensañó con los cristianos, que no adoraban a los dioses paganos, y se negaban a reconocer al emperador como un ser divinizado.

Las ideas de caridad e igualdad cristianas, parecían oponerse al espíritu guerrero y jerárquico de los romanos. Por estas causas, acusó a los cristianos del incendio de Roma, ocurrido en el año 64.

Nerón acusó a los cristianos como responsables y ordenó que algunos fueran arrojados a perros hambrientos y otros quemados vivos o crucificados.

Los emperadores Trajano y Adriano, fueron más tolerantes con el cristianismo, con la condición de que no violaran las leyes romanas.

Trajano

Trajano gobernó como un emperador civil, pero con éxito. Fue en esta época cuando mantuvo correspondencia con Plinio el Joven sobre el tema de cómo manejar a los cristianos del Ponto, diciéndole a Plinio que los dejara en paz a menos que practicaran abiertamente su religión. Construyó varios edificios nuevos, monumentos y carreteras en Italia y su Hispania natal.

Adriano

También proveniente de Hispania. Fue un gobernante justo y dadivoso y muy apreciado. Intelectual y nunca fatigado de saber, recorrió el Imperio y en todas partes se  le levantaron  monumentos. Fue un espíritu curioso, pero a la vez también era vanidoso.
Su profundo espíritu escéptico se manifestó en la amplia tolerancia religiosa de su reinado.

La situación religiosa de la época estaba caracterizada por un fervor decreciente hacia los dioses tradicionales paganos grecorromanos, bien definidos, que no conseguían aportar suficiente tranquilidad ni en la vida terrenal ni con vistas a la vida eterna.

Durante un siglo, los variopintos cultos egipcios y orientales, como los de Cibeles, Mitra, Isis y Osiris, habían causado sensación en Roma, fascinando tanto a los incautos como a las mentes más cultivadas.

También Adriano experimentó un gran interés por estos cultos, aunque sin renegar de la más sobria religión tradicional de los romanos, tanto por respeto a sus predecesores como por razones de Estado.

Igual de poco dogmática que cualquier otro politeísmo, la religión romana no exigía exclusividad y permitía una tolerancia desconocida en las posteriores épocas cristianas.

Incluso las dos religiones asiáticas cuyo intransigente monoteísmo no permitía la integración en el mundo romano, el judaísmo y el cristianismo, sólo fueron perseguidas por su carácter excluyente.



Diocleciano

En el año 285, Diocleciano, persiguió al cristianismo considerándolo una amenaza para el imperio. Esta nueva religión que primero fue adoptada por los grupos sociales más humildes, comenzó a ser predicada por todos los sectores de la sociedad. La explicación puede encontrarse en la crisis que se vivía en esos momentos, tanto en materia de seguridad, como económica y de valores espirituales. El cristianismo ofrecía una nueva oportunidad de reivindicación moral y religiosa.

Diocleciano privó a los cristianos de todos sus derechos, quemó copias bíblicas y demolió iglesias. Esta hostilidad cesó recién con el decreto de indulgencia, de Galerio del 30 de abril del año 311, donde se reconoció a los cristianos existencia legal.


Constantino I


El emperador Constantino I junto con Licinio, promulgaron en el 313 el Edicto de Milán, decretando libertad de cultos en todo el Imperio y terminando así la persecución a los cristianos. Constantino fue, como los emperadores antes que él, el sacerdote superior del mitraísmo. Sin embargo, también estaba interesado en crear unidad para facilitar el gobierno, y para hacer esto se involucró en la disputa entre grupos cristianos sobre el arrianismo, invocando el Primer Concilio de Nicea, este concilio produjo el Credo Niceno.

Constantino mitigó algunas diferencias entre el cristianismo ortodoxo y su principal competidor, la religión oficial del Sol Invictus. Por ejemplo, en tiempos de Constantino se decretó el domingo cristiano como día de reposo oficial. Después se empezó a celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, debido a que esta era la fecha de celebración del nacimiento de Mitra y Baco, así como la fecha de los festivales del solsticio de invierno tales como la Saturnalia. Además, Constantino instituyó el uso de símbolo chi-rho (crismón), representativo del cristianismo, aunque según algunos estudiosos esto servía para propósitos cristianos y no cristianos simultáneamente.

La creencia popular dice que Constantino I era cristiano, sin embargo, nunca repudió oficialmente su posición de alto sacerdote de Mitra Sol Invictus públicamente, y su única "conversión" conocida fue moribundo en su cama (como se dijo luego por Padres de la Iglesia cristiana posteriores), lo cual es imposible de verificar. Sin embargo, no era inusual para la gente del siglo IV el evitar convertirse completamente al cristianismo hasta muy avanzada su vida, por la fuerza de las advertencias en contra de que continuaran en pecado después de haberse convertido y por las consecuencias espirituales que aquello traía.

Críticos de la unión de la Iglesia y el Estado apuntan a este cambio como el comienzo de la era del constantinianismo, cuando el cristianismo y la voluntad de Dios gradualmente se vieron identificadas con la voluntad de la élite gobernante; y en algunos casos fue más que una justificación religiosa para el ejercicio del poder.

El emperador Constantino, en el año 324, asumió el poder total de Roma, atribuyendo su asunción a fuerzas divinas. Un panegirista galo, anunció que el nuevo emperador había tenido una visión de Apolo, en un santuario de la Galia. La visión era de una cruz encima del Sol, seguida de las palabras “con ésta vencerás”. A la noche siguiente, Cristo se le apareció en un sueño, mostrándole el sentido de lo que había vislumbrado.

La tarde anterior a la batalla del puente Milvio, el 28 de octubre del año 312, tuvo otro sueño, donde se le ordenó pintar en los escudos de sus tropas el monograma cristiano. Al vencer a Majencio, y con ello acceder al poder en todo occidente, relacionó ese triunfo con la simbología usada. Como tributo a su victoria, erigió un arco en roma, donde se escribió que el tirano Majencio había sido derrotado “por inspiración de la divinidad y su grandeza de espíritu”, refiriéndose al propio Constantino.

En el año 313, se promulgó el edicto de Milán, por parte de Constantino I, a cargo del Imperio Romano de Occidente y Licinio, del de Oriente.

En esa fecha el Imperio estaba compuesto por 50.000.000 de habitantes de los cuales los cristianos representaban el 10 %. Las propiedades de los cristianos que les habían sido confiscadas les fueron devueltas. El cristianismo comenzó a convivir en un pie de igualdad con el paganismo.

Luego de vencer a Licinio en Adrianópolis, se apoderó, en el 324 de todo el imperio.
Reconoció públicamente sus errores y la salvación que Dios le había concedido.

En el año 325 se reunió el concilio de Nicea (Asia Menor), donde se reunieron trescientos obispos, con el fin de lograr la unidad religiosa del imperio, ya que el cristianismo había sido objeto de distintas interpretaciones. El arrianismo, sostenía que Cristo era el primogénito de Dios pero no su misma sustancia, sino una criatura de origen temporal. En el concilio triunfó la tesis opuesta consagrándose la trilogía del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, siendo la misma sustancia el dios Padre y el Hijo. Los que no aceptaran esa fe serían desterrados.

En el año 326, Constantino se dirigió a Roma, lugar en el había estado en el 315, pero esta vez se negó a concurrir a una procesión y sacrificio en el Capitolio. La nueva capital se estableció en Constantinopla, donde antes había estado Bizancio. La nueva ciudad fue consagrada en el año 330, transformándose en ciudad cristiana, a pesar de que siguieron subsistiendo resabios del anterior paganismo, como estatuas y templos paganos, que ya no eran tenidos como sagrados. Se establecieron importantes iglesias, como la de la sagrada sabiduría.

En tanto, en Roma, en el 326, año de la visita de Constantino, se ejecutó a su hijo Crispo, en Pola, Dalmacia, por orden del propio Constantino, acusado de haber tratado de seducir a su madrastra, fausta, esposa de Constantino. Fausta también falleció a causa de un supuesto accidente en la bañera, donde se ahogó, aunque muchas versiones indican que fue la madre de Constantino la encargada de asesinarla, cuando se enteraron de que la acusación contra Crispo era falsa.

La madre de Constantino, ante estos hechos se dirigió en peregrinación a Tierra Santa.

Estos hechos hicieron sospechar a los opositores de Constantino que su conversión obedecía a razones de expiación de pecados por la cruel e injusta muerte de sus familiares.

Se puso en comunicación con el obispo de Jerusalén, donde se construyeron numerosas iglesias.

El bautismo de Constantino se produjo en el año 337, en su lecho de muerte, y fue enterrado en la iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla.

El emperador, Juliano el Apóstata (361-363), nuevamente comenzó una política persecutoria del cristianismo, pero a su muerte, el cristianismo resurgió con mayor intensidad.

El emperador Teodosio, el 27 de febrero del año 380, proclamó al cristianismo religión oficial del Imperio Romano.







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