Efesios 4:11-15 .
“(11) Y El dio a
algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros
pastores y maestros, (12) a fin de capacitar a los santos para la obra
del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; (13)
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno
del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo;
(14) para que ya no seamos niños,
sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de
doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del
error; (15) sino que hablando la verdad en amor,
crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo”
Podemos ver que este
texto nos habla de diferentes tipos de líderes que la iglesia tendría para su
construcción. Sin embargo, no nos
establece los criterios para ejercer estos diferentes tipos de
liderazgo, como tampoco clarifica si todos serían permanentes. Lo que hace es
mencionar los líderes constituidos en un momento dado por Cristo, para que la
edificación de la Iglesia pudiera tener lugar. Para obtener información acerca
de los requisitos para llegar a ser cualquiera de estos líderes, tendríamos que
auxiliarnos de otros textos bíblicos.
En el caso particular
de los apóstoles, entendemos que el ministerio del apostolado ya cesó en vista
de que Efesios 2:20-21 dice lo siguiente: “Edificados sobre el fundamento de
los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, en quien
todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el
Señor”.
La piedra angular era
la primera piedra que se colocaba al comenzar a construir un edificio; a partir
de esa piedra se colocaba el resto de la zapata y luego el resto del edificio.
El texto que acabamos
de citar establece a Cristo como esa piedra angular o primera piedra, y a los
apóstoles y profetas como el fundamento o sobre el cual se construiría el resto
de la edificación. El fundamento de un
edificio se echa una sola vez, y luego se construye encima de lo ya echado. De
ahí que Efesios 2:20 comience diciendo “edificados sobre el fundamento de los
apóstoles y profetas…”. Estos dos textos de Efesios que hemos citado, 4:11-15 y
2:20-21, no están en contradicción, sino que nos hablan de un edificio que es
la iglesia, y de cómo sería construida esta iglesia.
Cuando Pablo le escribe
a Timoteo acerca de quiénes constituirían el liderazgo de la iglesia en el
futuro, los únicos requisitos que se dan son los de diáconos y ancianos, porque
entendía que no había necesidad de hablar de los requisitos de los apóstoles.
Bien dice Pablo en 1 de Corintios 15:8 que él fue el último de esos apóstoles,
hasta el punto que según ellos fueron muriendo, no fueron reemplazados.
El único reemplazo que
conocemos es el de Judas, por Matías, especificado en Hechos 1:21-22 . El único
reemplazo que conocemos es el de Judas, por Matías, especificado en Hechos
1:21-22 . Sin embargo este reemplazo no sucedió por la muerte de Judas, sino
porque Judas, como el mismo Cristo reveló, nunca fue parte ni del reino de los
cielos, ni de los elegidos de Dios, y mucho menos del grupo apostólico. Él fue
más bien un infiltrado permitido por Dios para dejarnos a todos una enseñanza.
Lo que Pedro y los demás apóstoles hicieron fue tratar de encontrar un
reemplazo digno de alguien que nunca perteneció a ellos, ni en mente ni en
corazón. En este caso Pedro establece los requisitos para el apóstol que iba a
reemplazar a Judas. “Por tanto, es necesario que de los hombres que nos han
acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús vivió entre nosotros, comenzando
desde el bautismo de Juan, hasta el día en que de entre nosotros fue recibido
arriba, uno sea constituido testigo con nosotros de su resurrección”.
En base a esos dos requisitos, el haber estado con Jesús desde el principio y el ser testigo de la resurrección, Matías fue elegido como apóstol. “Por tanto, es necesario que de los hombres que nos han acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús vivió entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan, hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea constituido testigo con nosotros de su resurrección”.
El haber estado con Jesús desde el principio y el ser testigo de la resurrección, Matías fue elegido como apóstol.
Pablo llenó estos
requisitos porque fue testigo de la resurrección, como vemos en Hechos 9 , y
Pablo establece en Gálatas capítulo 1 que él no fue enseñado por ningún hombre
sino que lo que aprendió del evangelio lo recibió por revelación directamente
de Jesús. Veamos:
Gálatas 1:11-12 “Pues quiero que sepáis, hermanos, que el evangelio que fue anunciado por mí no es según el hombre. Pues ni lo recibí de hombre, ni me fue enseñado, sino que lo recibí por medio de una revelación de Jesucristo”.
Gálatas 1 : 15-17 “Pero cuando Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar a su Hijo en mí para que yo le anunciara entre los gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo, sino que fui a Arabia, y regresé otra vez a Damasco”.
En 1 Corintios 9 , Pablo comienza haciendo las siguientes preguntas: “No soy libre?, ¿No soy apóstol?…” y la próxima pregunta es, “¿No he visto a Jesús nuestro Señor?”. Notemos la conexión entre las dos últimas preguntas, entre el ser apóstol y el haber visto a Jesús nuestro Señor. Pablo se vio en la necesidad de defender su apostolado, pero lo hace en base a los dos criterios de que habló Pedro en Hechos 1:21-22 .
Cuando Pablo recibe su
apostolado eventualmente él tuvo que ir a aquellos que habían sido constituido
apóstoles primero por Jesucristo para que ellos confirmaran su llamado
apostólico, como nos muestra Gálatas 2:8-10 “porque aquel que obró eficazmente
para con Pedro en su apostolado a los de la circuncisión, también obró
eficazmente para conmigo en mi apostolado a los gentiles), y al reconocer la
gracia que se me había dado, Jacobo, Pedro y Juan, que eran considerados como
columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra de compañerismo, para que
nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión. Sólo nos
pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo mismo que yo estaba también
deseoso de hacer”.
Los nuevos apóstoles de
hoy en día, no han sido enseñados por Jesucristo directamente ni han sido
testigos oculares de la resurrección como establece Hechos 1:21-22 . Tampoco
tienen la oportunidad de visitar a los primeros apóstoles como hizo Pablo, para
recibir la confirmación de su apostolado.
Un apóstol constituido hoy sólo puede aspirar a ser confirmado por otro apóstol constituido por hombres, pero no por Jesucristo, a diferencia de Pedro, Juan, Jacobo… que confirmaron el apostolado de Pablo. Si el texto de Efesios 4:11-15 nos guiara a hacer nuevos apóstoles, ¿cómo explicamos que la iglesia primitiva no sustituyó los apóstoles al morir? ¿Cómo explicamos que la Iglesia estuvo sin apóstoles hasta los años de 1970’s – 1980’s? Esto es un fenómeno nuevo y si hay algo que sabemos es que la Iglesia tiene 20 siglos de historia, y lo que hacemos hoy tienen que guardar continuidad con lo anterior. Sin embargo, en el caso de los apóstoles vemos una interrupción por más de 19 siglos.
En cuanto a la función
de evangelizar, pastorear y enseñar la iglesia de que habla Efesios 4:11-15,
esas funciones serían ejercidas por los ancianos. De hecho en 1 Timoteo 3 una
de las características de los ancianos es que sean “aptos para enseñar”. Obviamente
lo que estarían enseñando sería la Palabra de Dios, con lo cual algunos
estarían evangelizando (aquellos con el don del evangelismo) y otros estarían
pastoreando y enseñando a la Iglesia. La palabra evangelista no define tanto
una función dentro de la iglesia, sino más bien alguien que tienen el don del
evangelismo.
En cuanto a los
profetas, a diferencia de lo que pensamos hoy de que el profeta es alguien que
predice el futuro, lo cierto es que la función primaria del profeta ha sido la
de exponer la voluntad de Dios. Notemos como 1 de Corintios 14:3 nos dice que
el que profetiza lo hace para “exhortación, edificación y consolación”. Aquí no
aparece la palabra predicción en ningún lugar.
Ahora en el contexto del Antiguo Testamento donde la Biblia no existía en su totalidad, y ni siquiera existía el Antiguo Testamento por completo hasta después que los profetas habían dejado de existir, en esa ocasión Dios con cierta frecuencia predijo las cosas que habrían de ocurrir, lo que brindaba credibilidad su mensajero. Hoy en día esa credibilidad se la brinda la exposición misma de la Palabra. El oficio del profeta que habló y escribió infaliblemente de parte del Señor fue reemplazado por el oficio de apóstol en el Nuevo Testamento, quienes también escribieron infaliblemente. Notemos como muchos de los que hoy se llaman profetas han predicho múltiples cosas que nunca han ocurrido y algunos de ellos incluso admiten que ha sido así, pero insisten en llamarse profetas.
Según Deuteronomio 18 :
20-22 si un profeta hablaba algo que no se cumpliera, eso lo calificaría de
falso profeta: “Pero el profeta que hable con presunción en mi nombre una
palabra que yo no le haya mandado hablar, o que hable en el nombre de otros
dioses, ese profeta morirá. “Y si dices en tu corazón: “¿Cómo conoceremos la
palabra que el SEÑOR no ha hablado?” Cuando un profeta hable en el nombre del
SEÑOR, si la cosa no acontece ni se cumple, ésa es la palabra que el SEÑOR no
ha hablado; con presunción la ha hablado el profeta; no tendrás temor de él”.
Hoy en día muchos se la
pasan profetizando cosas que nunca se cumplen, pero nadie les llama la
atención, ni nadie le da seguimiento a sus profecías. Todo esto no implica que
Dios no pueda traer una revelación a través de alguien, pero eso no lo
constituye en profeta. Pero esta revelación nueva no puede ser doctrinal,
porque en ese caso tendríamos que actualizar la Biblia continuamente.
Cuando el Nuevo
Testamento usa el término de profeta, no lo usa de la misma manera que se usó
en el Antiguo Testamento, y lo sabemos por varias razones:
1) Lucas 16:16
establece que la Ley y los profetas fueron hasta Juan (el Bautista). Él fue la
última figura similar al profeta del Antiguo Testamento, y fue más bien una
figura transitoria.
2) En el libro de los
Hechos, capítulo 21:8-14 encontramos lo siguiente: “Al día siguiente partimos y
llegamos a Cesarea, y entrando en la casa de Felipe, el evangelista, que era
uno de los siete, nos quedamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que
profetizaban. Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta
llamado Agabo, quien vino a vernos, y tomando el cinto de Pablo, se ató las
manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: “Así atarán los judíos en
Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles.” Al
escuchar esto, tanto nosotros como los que vivían allí le rogábamos que no
subiera a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis, llorando y
quebrantándome el corazón? Porque listo estoy no sólo a ser atado, sino también
a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Como no se dejaba
persuadir, nos callamos, diciéndonos: Que se haga la voluntad del Señor”.
Aquí aparece el profeta
Agabo, profetizando que Pablo iría a Jerusalén y que sería atado en cadenas. En
respuesta a eso él, junto con la comunidad, le pide a Pablo que no vaya a
Jerusalén. Pablo en su calidad de Apóstol le pide que paren de hacer esa
petición porque lo único que estaban haciendo era entristeciendo su espíritu, y
que él tenía que ir a Jerusalén por designio de Dios. En este caso usted tiene
al profeta con una opinión contraria a la del apóstol y esto nunca hubiese
pasado en el Antiguo Testamento, donde el creyente tenía que obedecer la voz
infalible del profeta. Note como al final terminaron diciendo: “que se haga la
voluntad de Dios”. Si Agabo hubiese sido un profeta al estilo del AT, esa frase
no tendría cabida porque lo que Agabo reveló hubiese sido la voluntad de Dios,
y ya no habría que preguntarse acerca de cuál sería la voluntad del Señor. El
verdadero profeta del AT siempre era infalible, según revela el texto
deDeuteronomio 18 que citamos más arriba.
3) 1 de Corintios
14:29-30 dice: “Y que dos o tres profetas hablen, y los demás juzguen”. Pero si
a otro que está sentado le es revelado algo, el primero calle”. La idea aquí es
que lo que un profeta diga sea comprobado por otros que estén en la
congregación, o por la misma congregación. De ahí que dice que si dos o tres
profetas hablan que los demás juzguen; en otras palabras, disciernan lo
revelado. La revelación del profeta del Antiguo Testamento no estaba sujeta al
escrutinio de dos o tres profetas, de la congregación o de la comunidad donde
él estaba profetizando; lo que él decía era incuestionable porque era Palabra
de Dios. Como esta infalibilidad profética no existía en el Nuevo Testamento,
obviamente cuando se traía alguna revelación tenía que ser juzgada por los
demás. De ahí una vez más la expresión “que los demás juzguen”.
Todo lo anterior es
para hacer la aclaración, primero de cuál es el significado primario de la
palabra profetizar y segundo, para aclarar que el don de profetizar de que
habla el Nuevo Testamento no es equivalente al oficio de profeta del Antiguo
Testamento.Lamentablemente ha habido mucha confusión en el pueblo de Dios en
los últimos años. Cuando asumimos la defensa de la verdad, no lo hacemos con la
intención de dividir al pueblo, sino con la motivación de instruir a ese pueblo
y llamarlo de nuevo a volver a las Escrituras. Bien dice el libro de los Hechos
17:11 “Enseguida los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas a Berea, los
cuales, al llegar, fueron a la sinagoga de los judíos. Estos eran más nobles
que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud,
escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así”.