En
el ámbito de la iglesia, la administración se concentra en determinar lo que la
iglesia debería estar haciendo, entender por qué debería hacerlo, y establecer
los principios básicos para avanzar hacia el objetivo de equipar a la iglesia
para cumplir su misión. Por lo tanto, lo que se necesita en las organizaciones
cristianas son líderes bien capacitados y altamente calificados. Se necesitan
personas mejor preparadas para administrar efectivamente las organizaciones que
Dios ha levantado para llevar a cabo Su obra.
El
fundamento básico sobre el cual descansa la administración eclesiástica es un
claro entendimiento de la fe cristiana y de la misión de la iglesia. Tal
entendimiento es esencial, porque el único objetivo de la administración
eclesiástica es el cumplimiento del propósito de la iglesia. Los estudios
bíblicos, históricos y teológicos señalan los objetivos de la administración
eclesiástica y proveen la metodología aceptable para avanzar hacia el logro de
los mismos.
La
administración eclesiástica es ministerio, no métodos. Debe estar orientada
hacia la persona, puesto que la misión de la iglesia es dar a conocer el amor
de Dios a todas las personas. La administración eclesiástica debe procurar ser
una disciplina del Espíritu Santo para hacer que el amor de Dios sea una
realidad en la vida de las personas, individual y socialmente. Esto significa
que la administración eclesiástica, correctamente entendida, posee una cualidad
viva y dinámica. La administración eclesiástica es una ciencia, un arte y un
don. Como ciencia, la administración eclesiástica involucra procedimientos y
técnicas que se pueden aprender a través del estudio y la práctica. Como arte,
la administración requiere sensibilidad relacional, intuición y sentido del tiempo.
Este arte no puede simplemente aprenderse, sino que debe estar basado en la
personalidad de los líderes y en su deseo de desarrollar personas y
organizaciones. Como don, la administración se desarrolla espiritualmente, y en
muchos pasajes bíblicos se menciona como requisito de los líderes que atienden
las necesidades generales de sus subordinados, y que a su vez viven en
subordinación al Maestro, Jesucristo.
El
líder visionario, lleno de celo y pasión, por lo general puede lanzar una
organización de personas y emprender la acción inicial. Pero se requiere un
líder con capacidad administrativa y buen juicio para mantener el impulso
creado por la visión. En el pasado muchos hombres y mujeres bien intencionados
han ignorado esta sencilla realidad, y por ello, más de una organización
valiosa que inició con una explosión de entusiasmo, luego se desintegró en un
fracaso doloroso y humillante. Nuestro propósito en esta primera sección tiene
dos partes: ayudar a los líderes a fortalecer sus dones administrativos, y
ayudar a los líderes talentosos a ser más minuciosos y efectivos en el
cumplimiento de sus responsabilidades oficiales y administrativas. Para lograr
lo anterior, consideraremos tres aspectos de la administración:
El
Don de Administración cubrirá los dones personales de administración
identificados en 1 Corintios 12, Efesios 4 y Romanos 12. Estos son dones
espirituales dados al líder cristiano. Con esta sección se pretende lograr
varias cosas: primero, ayudar a aquellos que ya poseen dones o habilidades para
administrar, sin estar conscientes de ello. Segundo, aclarar por qué diferentes
personas asumen sus tareas de servicio de maneras distintas, para lo cual
definiremos el modo administrativo. Tercero, hay muchas personas en la iglesia
que están en lo que podemos llamar un nivel intermedio de administración –
maestros, músicos, ujieres, pastores asociados, secretarios, tesoreros, entre
otros – que poseen el don de administración. Esperamos que a través de este
curso lograremos un mejor entendimiento de los dones administrativos que
poseemos y de cómo podemos fortalecerlos y desarrollarlos para prepararnos para
un servicio mayor, tanto dentro como fuera de la iglesia.
El
siguiente aspecto analizará la administración como una función u oficio. En
Efesios 4:11 y 1 Corintios 12:28-29 vemos que hay numerosas funciones, u
oficios, en el Cuerpo de Cristo. Dios Padre es tan preciso, que se ha asegurado
personalmente de que Su pueblo reciba todos los oficios o autoridades necesarios
para cumplir con la tarea que le ha encomendado. Estos oficios se pueden
encontrar dondequiera que hay cristianos sirviendo en instituciones dedicadas a
la educación, las comunicaciones, y un sinfín de campos similares. En esta
sección también consideraremos los diversos estilos de administración que
emanan naturalmente de distintos tipos de personalidad. Sin embargo, realmente
no importa cuál sea tu propio don personal, porque la administración como
oficio o función también puede ser una habilidad que se desarrolla.
En
el tercer punto, el aspecto de don personal y el aspecto de oficio o función de
la administración se unen. Es aquí donde unimos el don y el oficio para lograr
administradores más efectivos para la gloria de Dios y para nuestra satisfacción
personal.
Por
consiguiente, consideraremos al Administrador (el líder, la persona); la Gente
(adultos y jóvenes); y el Plan (la tarea y cómo llevarla a cabo).
En
la Introducción a la Administración Eclesiástica consideraremos primero el
Ministerio Basado en los Dones, con un estudio de cuáles son los dones y cómo
se pueden utilizar. En la siguiente lección estudiaremos el Ministerio de la
Administración, en qué consiste, el líder - administrador, las funciones
administrativas y la administración de las instalaciones.
LA IGLESIA TIENE TRES ÁREAS PRIMORDIALES DE ENFOQUE.
A.
Exaltación – Adoración – Hacia Arriba
B.
Edificación – Discipulado – Hacia Adentro
C.
Evangelismo – Proclamación – Hacia Afuera
Estamos
enfocando nuestros pensamientos en la edificación, o el discipulado de los
creyentes, para propósitos de evangelismo. Cumplir el mandato de “haced discípulos a todas las
naciones”.
CADA CREYENTE PUEDE DESCUBRIR Y COMPRENDER CUÁL ES SU
LUGAR (DON) ESPECÍFICO EN LA OBRA DEL MINISTERIO.
1.
Cada creyente ha recibido dones. Efesios 4:7 “Pero a cada uno de nosotros fue
dada la gracia” (Reina Valera 1960). (También, “…diferentes dones”;
“…capacidades”; “…a la medida del don de Cristo”; “…que quiso darnos”; “…en la
medida en que Cristo ha repartido”).
2.
Cada creyente es adecuado para cumplir una tarea específica.
Romanos
12:6 “Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado.” (Nueva
Versión Internacional). (También, “Dios nos ha dado a todos diferentes
capacidades, según lo que él quiso darle a cada uno. Por eso, si Dios nos
autoriza para hablar en su nombre, hagámoslo como corresponde a un seguidor de
Cristo”).
3.
Es de suma importancia que los creyentes comprendan (reconozcan, descubran)
aquello para lo cual Dios los ha capacitado. La falta de reconocimiento, entendimiento
e implementación de los dones espirituales constituye el ingrediente que hace
falta para equipar, preparar y motivar a los laicos para hacer la obra del
ministerio.
LOS DONES ESPIRITUALES EN RELACIÓN CON LOS CREYENTES.
1.Dios
da a cada creyente al menos un don espiritual, y ningún creyente posee todos
los dones.
Romanos
12:3 “…conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”
1
Corintios 7:7 “…pero cada uno tiene su propio don de Dios.”
1
Corintios 12:11 “…repartiendo a cada uno en particular como él quiere.”
2.Dones
espirituales – un canal que Dios usa para ministrar al cuerpo.
1
Corintios 12:25 “…para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los
miembros todos se preocupen los unos por los otros.”
Un
don espiritual es una capacidad sobrenatural.
a.
Una capacidad para servir – “una habilidad dada por Dios”.
b.
Una capacidad para llevar a cabo una tarea. Uno de nuestros problemas es que
creemos que la iglesia es sobrenatural en su origen, pero humana en su
operación.
4.
Un don espiritual es un deseo sobrenatural.
Una
carga por hacer – un deseo de ver a los perdidos ser salvos, a los niños
alcanzados, las finanzas incrementadas, la propiedad en óptimas condiciones, la
administración funcionando.
5.
Un deseo canalizado conduce al éxito.
Las
personas son motivadas por el tener que o el querer.
Los
dones espirituales son el querer.
6.
Un don espiritual es un llamado divino. Efesios 4:1 “…que andéis como es digno
de la vocación con que fuisteis llamados.”
Dios
te ha llamado a hacer aquello para lo cual te ha dado dones. Dios te ha dado
dones para hacer aquello para lo que Él te ha llamado.
DONES DE CAPACITACIÓN:
A.
FE. 1 Corintios 12:9.
B.
SABIDURÍA. “Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro,
palabra de ciencia según el mismo Espíritu” (1 Corintios 12:8).
C.
DISCERNIMIENTO. 1 Corintios 12:10.
D.
CIENCIA. 1 Corintios 12:8.
DONES MINISTERIALES:
A.
EVANGELISMO. Efesios 4:11.
B.
ENSEÑANZA. “O si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza”
(Romanos 12:7)
1
Corintios 12:28.
C.
EXHORTACIÓN. “El que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con
liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría”
(Romanos 12:8).
D.
PASTOR-MAESTRO. Efesios 4:11.
E.
HACER MISERICORDIA. Romanos 12:8.
F.
SERVICIO. Romanos 12:7 y 1 Corintios 12:28.
H.
ADMINISTRACIÓN. Romanos 12:8 y 1 Corintios 12:28.
EL
EVANGELISTA. El evangelista tiene el deseo y la capacidad dada por el Espíritu
de servir a Dios llevando personas que se encuentran más allá de su esfera de
influencia natural, al conocimiento salvador de Jesucristo. El evangelista es
una persona determinada a ganar almas que busca los perdidos.
EL
PROFETA. El profeta tiene el deseo y la capacidad dada por el Espíritu de
servir a Dios mediante la proclamación de la verdad de Dios. El profeta es el
predicador ferviente que denuncia el pecado.
EL
MAESTRO. El maestro tiene el deseo y la capacidad dada por el Espíritu de servir
a Dios explicando la verdad de la Palabra de Dios con sencillez y precisión. El
maestro es un estudioso de la Palabra de Dios que comunica con claridad las
doctrinas y enseñanzas de la Biblia.
EL
EXHORTADOR. El exhortador tiene el deseo y la capacidad dada por el Espíritu de
servir a Dios motivando a otros a la acción, instándoles a adoptar un
determinado curso de conducta. El exhortador es un maestro práctico, que enseña
la aplicación de la Palabra de Dios.
EL
PASTOR-MAESTRO. El pastor-maestro tiene el deseo y la capacidad dada por el
Espíritu de servir a Dios supervisando, capacitando y atendiendo las necesidades
de un grupo de cristianos. Es el pastor que guía y alimenta; el entrenador del
Equipo.
EL
QUE HACE MISERICORDIA. Quien posee el don de hacer misericordia tiene el deseo
y la capacidad dada por el Espíritu de servir a Dios identificándose con y
confortando a las personas que sufren. Esta es la persona que comprende y
conforta a sus hermanos en Cristo.
EL
QUE SIRVE. La persona que posee el don de servicio tiene el deseo y la
capacidad dada por el Espíritu de servir a Dios brindando ayuda práctica en asuntos
físicos y espirituales. Es la clase de persona que atiende las necesidades
prácticas de sus hermanos en Cristo y de la iglesia.
EL
QUE DA. La persona que posee el don de dar tiene el deseo y la capacidad dada
por el Espíritu de servir a Dios aportando sus recursos materiales, mucho más
allá del diezmo, para el avance de la obra de Dios. Esta es la persona que
atiende la necesidad financiera de sus hermanos en Cristo y de la iglesia.
EL
ADMINISTRADOR. El administrador tiene el deseo y la capacidad dada por el
Espíritu de servir a Dios organizando, administrando, promoviendo y liderando
los diversos asuntos de la iglesia. El administrador es la persona que dirige
la iglesia y sus ministerios.
La
organización es la dimensión estructurada de una institución. La organización
es para una institución lo que el esqueleto es para el cuerpo humano. Es el
diseño, muestra cómo las partes se ajustan y se relacionan entre sí.
La
administración es el músculo del cuerpo organizacional. Es el aspecto
operativo, de manejo y ejecución. La administración comprende todos los
procesos por los cuales se implementan las políticas de la organización. En
breve, la administración es la dimensión de acción de una organización. Es el
medio por el cual se logra que la organización funcione. La administración
siempre debe ser altamente personalizada.
A.
Definición de términos.
1.
Organizar. La función administrativa de organizar es el proceso de distribuir,
dividir o agrupar el trabajo en tareas individuales, y establecer las relaciones
entre los individuos que llevan a cabo dichas tareas.
2.
Responsabilidad y Rendición de Cuentas. Aunque estos términos a menudo se
utilizan como sinónimos, hay una clara distinción entre ellos. El término
responsabilidad se refiere a la función o el desempeño que se espera de un
miembro de la organización. Por lo general se utiliza para describir un
conjunto de funciones por las cuales una persona debe responder. La rendición
de cuentas implica que hay personas en autoridad ante las cuales un miembro de la
organización debe responder por el trabajo que se le ha asignado.
EL LÍDER-ADMINISTRADOR
Las
iglesias que están creciendo por lo general se caracterizan por tres cualidades
importantes:
(1)
Un claro sentido de misión.
(2)
Una alta moral dentro de la organización.
(3)
Un líder-administrador alrededor del cual se agrupan suficientes personas para
lograr el éxito en los diversos ministerios.
Jesús
habló ampliamente sobre el liderazgo. Contrastó a los líderes religiosos de Su
tiempo con Su propio ejemplo de servicio, cuando dijo: “Mas entre vosotros no
será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo;
como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar
su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:26-28). Para que un hombre pueda
llevar el manto de liderazgo con humildad, su carácter debe igualar a sus
logros.
Si
el siervo-líder ha de seguir el ejemplo de Jesús y entregarse a sí mismo en
servicio a los demás, debe verse a sí mismo simplemente como uno entre aquellos
por quienes Jesús murió. Los líderes no son distintos de las demás personas en
la iglesia, sino que son iguales a ellos en todo, y deben estar profundamente
involucrados en la vida y las experiencias de los individuos.
Supervisión como Mayordomía.
Pablo
creía que los líderes tienen la responsabilidad de ayudar a los miembros de la
iglesia a capacitarse para llevar a cabo su propia tarea en el ministerio.
Dios
da dones a los hombres y da hombres con dones a la iglesia.
El
concepto bíblico de mayordomía consiste en que una persona es responsable por su
liderazgo ante una autoridad superior. Los pastores terrenales deben alimentar
la grey de Dios responsablemente…hasta que regrese el Príncipe de los pastores.
Hasta que Jesús regrese, las responsabilidades del liderazgo han de recaer
sobre hombres escogidos. Si ellos son fieles en su mayordomía, asumirán dichas
responsabilidades con humildad.
Las
iglesias efectivas se construyen con obreros activos y responsables que se
involucran, no simplemente con personas que asisten y participan en programas
dirigidos por los líderes de la iglesia. El siervo-administrador desempeña su
rol de supervisión bajo la autoridad que le ha sido dada por Cristo. Ese rol es
ratificado por los obreros de la congregación, quienes encuentran en él un
liderazgo santificado para equiparlos para su cumplir su propia tarea en el
ministerio.
El
líder de Dios ha aprendido que asignar directamente una tarea a una persona, y
esperar que ésta trabaje con disposición, es sólo una parte de su rol
administrativo. El líder también debe motivar y elogiar cuando alguien lo
merece – y a veces cuando no lo merece también.
Un
líder-administrador sabio se esforzará por ayudar a sus obreros en tres áreas.
Él los mantendrá:
1.
Informados. Los obreros necesitan estar informados. La buena comunicación
concerniente a lo que se está haciendo, incluso en áreas que no están
necesariamente relacionadas con sus tareas específicas, mantendrá a todos
involucrados en el esfuerzo total. La información se puede comunicar de manera
formal o informal, por medio de anuncios en las reuniones de equipo o por medio
de un boletín.
2.
Inspirados. Los obreros bien informados tienen mayor posibilidad de ser también
obreros inspirados. La motivación es el único elemento sin el cual los
ministerios no pueden funcionar a su máxima capacidad.
3.
Involucrados. Quizás no sea cierto que todas las personas involucradas en la
iglesia son personas felices, pero sí es cierto que todas las personas felices
en la iglesia han descubierto la importancia de su propia participación en la
vida de la iglesia. Los obreros felizmente involucrados en la iglesia por lo
general tienen un alto nivel de entusiasmo.
La
administración se ha definido como “la guía, el liderazgo y el control de los
esfuerzos de un grupo de individuos hacia un objetivo común”. Una manera de
analizar la administración es considerarla en términos de lo que hace un
administrador. Nuestro autor sugiere los siguientes cinco procesos:
1.
Planificar – determinar lo que se va a hacer.
2.
Organizar – agrupar las actividades en unidades administrativas.
3.
Reunir recursos – obtener todo lo necesario para llevar a cabo los planes en
términos de personas, dinero y materiales.
4.
Supervisar o dirigir – dar instrucciones.
5.
Controlar – vigilar que los resultados se ajusten a los planes.
Delegar.
A
la distribución del trabajo entre los líderes y los obreros se le llama
delegar. Moisés delegó autoridad cuando dividió el trabajo de juzgar a los
hijos de Israel. Cada persona que ocupaba un puesto de liderazgo tenía
autoridad sobre el grupo de personas que estaban a su cargo. Únicamente los
problemas más difíciles debían ser llevados directamente ante Moisés. El
principio que se estableció en ese entonces sigue siendo relevante hoy en día.
Sin
embargo, la mayoría de los administradores aprende por experiencia que las
responsabilidades no pueden ser totalmente delegadas. El administrador debe
recordar que, en última instancia, él es el principal responsable, y necesita
mantenerse lo suficientemente cerca del programa para saber lo que está
sucediendo.
Coordinar.
La
coordinación tiene que ver con la “sincronización y unificación de las acciones
de un grupo de personas”. Aunque la coordinación puede ser considerada como una
actividad particular, forma parte de todas las fases de la administración. La
coordinación se logra cuando las organizaciones trabajan juntas de manera
armoniosa para alcanzar los objetivos establecidos por la iglesia.
EL DON DE ADMINISTRACIÓN
Cuando
consideramos el don personal de administración, también debemos prestar
atención al oficio de la administración. En la esfera del liderazgo hay una
importante distinción entre ambos. En ninguna parte es más evidente esta
distinción que en las Sagradas Escrituras. Probablemente el primer pasaje que
nos viene a la mente a este respecto es aquél en el que los apóstoles en
Jerusalén necesitaban asistentes especiales para cuidar mejor de la iglesia.
Estos asistentes fueron seleccionados para convertirse en obreros al servicio
de la iglesia de Cristo; aquel día su rol se convirtió en un oficio, el cual ha
perdurado en la iglesia por casi dos mil años – el oficio de diácono.
Es
importante señalar quiénes fueron seleccionados para llenar esos puestos. No se
escogió a cualquier santo que estuviera disponible, que tuviera un corazón
dispuesto para servir a Dios y algún tiempo libre. Ciertamente un corazón
dispuesto y tiempo disponible habrían sido de gran ayuda; sin embargo, lo que
los apóstoles querían, y en lo que el pueblo estuvo de acuerdo, eran hombres
dotados que (1) estuvieran capacitados espiritualmente y (2) tuvieran la
sabiduría y el juicio para manejar la tarea que se les estaba encomendando.
Esto se observa claramente en Hechos 6:2-6.
“Entonces
los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que
nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues,
hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del
Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y
nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó
la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del
Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a
Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles,
quienes, orando, les impusieron las manos”.
Fue
una combinación ideal tener hombres dotados que asumieran el oficio.
También
es importante notar que la tarea no era nueva y las personas seleccionadas
tampoco eran nuevas. Los apóstoles habían estado haciendo el trabajo y su
autoridad venía del Señor, quien los había llamado y les había otorgado dones
por medio del Espíritu Santo bajo la supervisión de Su Padre Celestial.
Este
nuevo acuerdo tuvo mucho éxito, según fue registrado en Hechos 6:7. “Y crecía
la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente
en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”.
La
acción de apartar a Saulo y a Bernabé para una obra específica, según la
indicación del Espíritu Santo, es otro ejemplo clásico de obreros que asumen un
oficio. En Hechos 13:2-3 dice: “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el
Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he
llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los
despidieron”.
Sin
embargo, este no fue el inicio de su trabajo. Saulo y Bernabé ya habían
trabajado juntos en Antioquía durante todo un año: “Después fue Bernabé a Tarso
para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí
todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se
les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11:25-26).
Después
estuvieron a cargo de la misión de ayuda en Judea y finalmente regresaron a
Antioquía desde Jerusalén: “Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que
tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea”
(Hechos 11:29).
No
fue sino hasta que este ministerio probado tuvo lugar, que Pablo y Bernabé
fueron apartados oficialmente en Antioquía para iniciar el primero de los que
hoy conocemos como los tres viajes misioneros del apóstol Pablo. Nuevamente hombres
dotados asumieron un oficio.
Esta
distinción entre don y oficio se observa aún con mayor frecuencia en el Antiguo
Testamento. Cuando Dios llamó a Moisés para dirigir a la nación de Israel en su
salida de Egipto, también escogió a un asistente capaz, Aarón. Observe el uso
dramático del don y el oficio cuando Dios establece una relación de autoridad
entre estos dos hermanos: “Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras,
y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. Y
él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para
él en lugar de Dios” (Éxodo 4:15-16).
En
Números 11:17 leemos la promesa que Dios le dio a Moisés cuando éste necesitó
ayuda para dirigir al pueblo de Israel en el desierto y Dios le dio la orden de
seleccionar setenta ancianos para ayudarle: “Y yo descenderé y hablaré allí
contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán
contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo”.
A
esto se puede agregar la designación de administradores en el Antiguo
Testamento, tales como Josué, Gedeón, David y Samuel; y la tradición del
liderazgo tanto personal como de oficio se torna aún más clara. Así, ante este
trasfondo, todo el tema de los dones espirituales asume un significado aún más
rico.
En
Romanos 12:4-6 la manera en que los dones se relacionan con los oficios se
muestra con especial claridad: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos
muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función. Así
nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos
de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos
es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe”.
Estos
dones de gracia son especiales para quienes los reciben y son dones especiales
dados por Dios. Nuestro entendimiento de Romanos 12:4-6 es que cada persona
posee al menos un don y que los dones de Dios operan en relación con la personalidad
de cada cristiano – la cual también le ha sido dada por Dios. En este pasaje se
mencionan siete dones personales – profecía, servicio, enseñanza, exhortación,
dar, presidir y misericordia. Nuestro enfoque en este estudio se concentra en
el don de “el que preside”. Este es el don personal que indica una habilidad
administrativa y se conoce como “don de administración”.
Como
creyentes cristianos tenemos a nuestra disposición, por medio de Cristo y del
Espíritu Santo que habita en nosotros, los atributos personales de Dios Padre.
Estas características se mencionan en Gálatas 5:22-23 y son llamadas “el fruto
del Espíritu”.
“Mas
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Esto no es algo que
Dios nos da por completo de una sola vez y en forma terminada. Por el
contrario, cuando nos unimos a Cristo, Él nos da la semilla de cada parte de
este conjunto para que la cultivemos y pueda crecer. Estudiaremos esto más
adelante, cuando hablemos sobre el desarrollo del don de administración a la
luz del fruto del Espíritu, para una administración más efectiva.
El Don de Administración
¿Qué
es el don de administración? ¿Debemos poseer este don para poder funcionar como
administradores?
Romanos
12:8 dice: “el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad;
el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría”.
Esto
no se refiere a un puesto u oficio administrativo, sino a un don administrativo
o motivación administrativa. En otras palabras, quien posee este don tiene un
enfoque administrativo de las situaciones. Algunos administradores, debido a su
propia personalidad, no funcionan bien cuando hay desorden. Están hechos para
saber cómo van las cosas, a quién deben reportar, de quiénes son responsables y
hacia donde se dirigen. Deben tener un continuo sentido de dirección – esto es
lo que significa operar en “modo administrativo” en un sentido personal. Sin
embargo, esto no significa que todo el mundo debería aspirar al mismo grado de
orden, sensibilidad y planificación a largo plazo. Aprendemos unos de otros y
nos complementamos unos a otros en el Cuerpo de Cristo. Por ejemplo, además de
los “modelos administrativos”, tenemos lo que se conoce como los “modelos
proféticos”, que piensan, predican y sirven de manera diferente. No obstante, los
profetas ciertamente necesitan de los administradores, pues son los
administradores los que ayudan a los profetas a mantenerse enfocados, ordenados
y apegados al calendario, de modo que su creatividad no se torne en confusión.
Tal
vez te preguntes si eres o no del “tipo administrativo”. Es importante
reconocer nuestras fortalezas – y debilidades – y comenzar a trabajar para
desarrollar esas áreas positivas, eliminando las negativas, con el fin de
mejorar nuestra administración. Los administradores no nacen, se hacen. Sin
embargo, debemos admitir que algunos tipos de personalidad son más adecuados
que otros para las tareas administrativas. Por ejemplo, los rasgos de carácter
y de personalidad de los administradores talentosos indican que éstos tienden a
permanecer firmes y determinados, a pesar de la oposición, una vez que han
comprobado que un objetivo particular está dentro de la voluntad de Dios. Esto
puede ser más fácil para algunos tipos de personalidad que para otros. Aunque
todos reconocemos que, si cierta decisión es la voluntad de Dios, estamos
comprometidos para llevarla a cabo, algunas personas prefieren retroceder,
retrasar o postergar la decisión para evitar que la opinión adversa critique su
metodología. Se ha dicho que “es solitario en el frente”, donde los líderes
deben guiar.
El Cuerpo de Cristo
Continuamente
nos sentimos asombrados ante la complejidad de nuestro cuerpo. Cada órgano es
milagroso en sí mismo. Hemos sido diseñados por Dios, el Arquitecto y Constructor
por excelencia. Quizás el hecho más fascinante en relación con el cuerpo humano
es la interrelación y la acción cooperativa entre todos los órganos que lo
conforman. Porque cuando nuestro cuerpo físico está operando correctamente, no
hay conflicto ni competencia entre los órganos. Todos operan armoniosamente
como una sola unidad.
El
plan de Dios para Su Cuerpo, el cuerpo de creyentes es el mismo que Él diseñó
para nuestro cuerpo físico – la misma clase de balance, la misma unidad
armoniosa de pensamiento y acción, la misma coordinación mano-ojo. Dios
planificó que no hubiese rupturas en Su Cuerpo, así como planificó que no
hubiese fallas en nuestro cuerpo físico.
Dios
diseñó Su Cuerpo con la misma precisión con que diseñó el nuestro. De modo que,
a la vez que Dios equipa a cada creyente con un don personal, también le provee
a cada individuo un lugar donde puede funcionar dentro del Cuerpo con ese don.
Estos
“lugares” se llaman oficios o funciones. Con el fin de aclarar de qué manera
cada uno de nosotros calza dentro de la estructura del Cuerpo de Cristo, vamos
a considerar varios de estos oficios. Vamos a estudiarlos desde la perspectiva
de una persona que posee el don personal de administración, para ver cómo dicha
persona puede abordar esta variedad de oficios. Vamos a tomarlos como “modelos”
y, aunque nosotros u otras personas que conocemos no poseemos todos estos
dones, vamos a considerarlos como algo a lo cual aspirar.
Pastor
¿Cómo
funcionaría una persona con el don de administración como pastor? ¿Qué clase de
organización establecería para la iglesia? ¿Dónde estaría su énfasis principal?
Tal
pastor probablemente se enfocaría en establecer una organización bien
estructurada y capaz de funcionar armoniosamente, cuidando que cada fase y cada
departamento sean implementados y funcionen con decencia y orden.
Su
enfoque administrativo se haría evidente en todo lo que hace, desde presidir
las reuniones oficiales de su junta directiva hasta la forma precisa y ordenada
en la que planifica y conduce el servicio de adoración. Si este pastor
altamente organizado que posee el don personal de administración no cuenta con
las finanzas o el personal necesarios para asegurar que la propiedad de la
iglesia esté bien cuidada, y que los edificios y equipos estén en buenas
condiciones, y no cuenta con ayuda para cumplir con algunas de las
responsabilidades que implica el manejo de una organización de forma tan
ordenada, entonces dicho pastor tiene varias opciones:
(1) Puede experimentar mucha frustración si
las cosas no se hacen de manera apropiada y optar por hacerlas él mismo,
invirtiendo grandes cantidades de tiempo y energía.
(2)
Puede encontrar la manera de delegar algunas de las tareas, logrando así
cumplir con todo lo que se necesita hacer.
(3)
Puede ser incapaz de manejar el problema por un período de tiempo muy
prolongado y eventualmente renunciar a su cargo.
Misionero
En
nuestra iglesia moderna, la persona que más se acerca a la descripción bíblica
de un apóstol – uno “enviado por el Espíritu Santo” – es el misionero. “Ellos,
entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí
navegaron a Chipre” (Hechos 13:4).
Consideremos
a esta persona que sirve en el oficio de uno que es enviado, al misionero cuyo
don personal es el de administración.
¿Qué
clase de organización establecería y administraría esta persona? ¿Dónde
enfocaría su atención principalmente? ¿Qué tan bueno sería como apóstol?
¿Qué
clase de organización…? En realidad, esta persona primero determinaría la
amplitud y el alcance del trabajo a realizar y luego diseñaría un plan
eficiente para abarcarlo todo de la manera más efectiva.
Por
ejemplo, si la organización misionera se ha propuesto llevar a cabo los
proyectos de establecer y dirigir una escuela de capacitación bíblica, alcanzar
nuevas áreas con el mensaje del evangelio, y traducir el Nuevo Testamento al
lenguaje nativo, entonces este misionero probablemente definirá un calendario,
designará obreros, maestros y demás personal necesario para cumplir con todos
estos proyectos en el menor tiempo posible.
Con
el tiempo la escuela se habrá construido, se habrá ministrado en las nuevas
áreas, se habrá aprendido el lenguaje y el Nuevo Testamento habrá sido
traducido y publicado. Y, según dice el número 40 de nuestros rasgos de carácter:
“Recibe gran satisfacción al ver que todas las piezas de un proyecto encajan y
al ver a otros disfrutando el producto terminado”.
Cómo Manejar los Conflictos
El
conocimiento general en cuanto al manejo de conflictos nos dice:
1.
Espérelos. Algunos líderes piensan que lidiar con las diferencias entre las
personas no es parte de su trabajo. Sin embargo, tratar con el conflicto y la
tensión entre las personas es una de las fases más importantes del ministerio.
2.
Aprécielos. Las diferencias son normales y constituyen un indicador de una
iglesia saludable. El conflicto da lugar a la aclaración de propósitos, al
intercambio de ideas y a la exposición a una variedad de alternativas para la
resolución de conflictos.
3.
Entiéndalos. El conflicto puede surgir a raíz de hechos, objetivos, métodos y
valores. El área de conflicto debe ser definida antes de que se pueda lograr un
entendimiento. Por lo tanto, se debe identificar la causa y el tipo de
conflicto. Hay que entender que los conflictos pasan por un proceso de
desarrollo que se inicia con la anticipación, pasado luego al conflicto
abierto.
4.
Anticípelos. Anticipe las diferencias y planifique formas de reconciliar a la
gente. Contar con un manual de políticas y procedimientos por escrito puede ser
una manera de anticipar diferencias. También es útil establecer con claridad
las asignaciones de los distintos comités y definir la responsabilidad y la
autoridad de cada comité.
5.
Admítalos. No ignore el conflicto ni actúe como si no existiera. Tratar de reprimirlo
sólo conduce a una manifestación del conflicto en lugares y formas inesperados.
Una
buena regla para seguir es: Mientras más se reprima el conflicto mayor será la
exigencia para el líder, quien finalmente deberá enfrentarlo. Trate de resolver
el conflicto lo más pronto posible, empezando por admitir su existencia e
implementando inmediatamente las medidas necesarias para lograr una solución.
6.
Enfréntelos. Siga el modelo bíblico que se encuentra en Mateo 5:23-24 – “Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate
primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. Si alguien tiene
algo contra usted, vaya y reconcíliese con esa persona. Tome la iniciativa y
ofrezca sus disculpas si ha cometido un error. Anime a las personas a expresar
sus diferencias, a orar, a actuar de forma redentora y a entregar el conflicto
a Dios.
La Iglesia es la Comunidad Escogida de Dios. El concepto de la Iglesia como la comunidad escogida de
Dios involucra tres ideas básicas: (1) La Iglesia es de Dios. (2) Fue escogida
con el propósito de dar a conocer el amor de Dios. (3) Desde sus inicios, la
Iglesia ha sido una comunidad de personas, el pueblo de Dios. La Iglesia no es
el resultado de la decisión o la planificación del ser humano; no es
simplemente otra institución humana; es de Dios. La Iglesia existe porque Dios
dispuso que existiera. La Iglesia tiene su origen en el Antiguo Testamento,
cuando Dios llamó a Israel como Su pueblo escogido. Israel no fue llamado a un
lugar especial de privilegio, como sus profetas constantemente le recordaban;
más bien, Israel fue llamado a una responsabilidad especial.
La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. El Nuevo Testamento utiliza muchas imágenes para
describir a la Iglesia, de las cuales la más importante es la de “el Cuerpo de
Cristo”.
La
Iglesia es el cuerpo de Cristo. Cristo es la cabeza de la Iglesia. La
naturaleza de la Iglesia Cristiana ha sido determinada por Cristo, que es la
cabeza, y por Su evangelio, el cual la Iglesia ha sido llamada a proclamar.
La
unidad de la Iglesia como Cuerpo. Pablo hace alusión al cuerpo, con sus muchas
partes y sus diversas funciones, no para llamar la atención sobre la diversidad
que existe dentro del cuerpo, sino para enfatizar la unidad del mismo. Pablo
insiste en que la Iglesia es una entidad compuesta por los creyentes, unidos al
aceptar a Cristo como Cabeza, pero diversificados en las distintas formas en
las que le sirven. Los diversos dones son comparados con las distintas partes
interdependientes que conforman el cuerpo.
La
Iglesia es un organismo vivo y no una organización estática. Crece y se
desarrolla por medio de la trasformación interna. Cuando uno se siente tentado
a perder la esperanza en cuanto a la Iglesia, es bueno recordar que, al ser el
Cuerpo de Cristo, la Iglesia es un organismo vivo que ha recibido el poder para
renovarse desde su interior.
La
Iglesia es una Comunidad de Amor Redentor. A menos que esta verdad sea
reconocida, la Iglesia no existe en un sentido real. El cristianismo no es
primordialmente una idea, un credo, una forma de adoración o una institución
eclesiástica. El cristianismo se interesa fundamentalmente en el tema de las
relaciones – la relación de Dios con el ser humano, la relación del ser humano
con Dios, y las relaciones entre los seres humanos. Estos son asuntos
personales que implican dar, comunicar y responder al amor. La preocupación
principal de la Iglesia son las personas. El cristianismo es el amor de Dios
que se entrega a sí mismo – como lo vemos en Cristo – expresándose a través de
la vida de la Iglesia.
La
misión de la Iglesia es proveer la oportunidad y la atmósfera para que el amor
de Dios sea experimentado por las personas dentro de la comunidad y para que a
través de ellas sea comunicado a todo el mundo. La comunión de los creyentes
fortalece la fe de quienes participan de ella. Es una comunión redentora en una
comunidad de amor redentor.
La
administración eclesiástica es el intento de avanzar de modo coherente y
comprehensivo hacia la realización de los propósitos y objetivos de la Iglesia.
Con el fin de lograr este objetivo se requiere que la primera y más fundamental
preocupación del administrador sea tener un claro entendimiento de la
naturaleza y el propósito de la Iglesia.
Como un concepto básico para la
comprensión de la naturaleza de la Iglesia, hemos considerado a la Iglesia como
la comunidad escogida de Dios, como el Cuerpo de Cristo, y como una comunidad
de amor redentor. A través de estos conceptos podemos avanzar hacia la
realización de la naturaleza de la Iglesia y hacia el cumplimiento de su
misión.
La
administración eclesiástica no sólo está centrada en Dios, sino que también
está orientada hacia las personas, por lo que la integridad personal del
administrador está íntimamente relacionada con el cumplimiento de cada
principio administrativo.
La
naturaleza y la calidad de su relación con sus feligreses es un aspecto de suma
importancia en su esfuerzo por comunicar la fe cristiana. En este punto es
necesario hacer dos observaciones básicas en cuanto a la comunicación efectiva
entre el ministro y los feligreses.
Primero,
mientras más profundo sea su conocimiento de las personas y mientras más
cercana sea su relación pastoral con ellas, más efectivo será al hablar con
ellas de modo significativo.
Segundo,
mientras más personifica el ministro el mensaje de la fe cristiana en sus
relaciones, más receptivas estarán las personas a dicho mensaje y a su
liderazgo.
Es
imperativo que el ministro-administrador tenga una experiencia vital de
adoración personal. No sólo debe conocer acerca de Dios, sino que también debe
conocer a Dios y tener una relación viva con Él.
Si
el administrador ha de guiar a la iglesia a un entendimiento creciente de la fe
cristiana, requiere de una disciplina de estudio continuo.
Sólo
un ministro que ha aprendido a ser disciplinado en sus propios hábitos de
estudio estará preparado y será capaz de involucrar a toda la iglesia en un
estudio serio y continuo de la naturaleza de la fe cristiana.
Si
una iglesia ha de afianzarse por medio de la construcción de un fundamento
espiritual a través de la adoración y el estudio, este proceso debe empezar con
el ministro.
La
adoración cristiana debe permanecer como un aspecto central en la vida de la
iglesia, porque es una actividad singular y distintiva de la iglesia. Ninguna
otra institución en la sociedad se reúne con el propósito primordial de adorar
a Dios, revelado en Cristo Jesús.
La
adoración implica un reconocimiento consciente de una relación vital entre Dios
y el individuo. El cristiano no adora para obtener un beneficio para sí mismo,
sino para recordarse a sí mismo y testificar a la comunidad que Dios es el
Autor de la vida y nosotros somos sus criaturas.
La
adoración debe ser una experiencia significativa para toda la iglesia. La
adoración nunca debe convertirse en un simple formalismo o en una práctica
realizada por costumbre, o peor aún, en una oportunidad para que el ministro
“se luzca” atrayendo la atención sobre sí mismo mientras preside el servicio de
adoración. El servicio de adoración fácilmente puede volverse rutinario, tanto
para el ministro como para la gente.
El
ministro debe hacer todo lo que esté a su alcance para propiciar que cada
persona tenga una experiencia de adoración significativa. Sin embargo, debe
recordar que en la adoración pública son las personas las que adoran. El
ministro no puede adorar por ellos. Su función es proveer la forma y
seleccionar los materiales para que ellos puedan adorar.
El
ministro no puede adorar por su congregación, sin embargo, una planificación
cuidadosa del servicio de adoración y la selección de materiales puede hacer
mucho para crear condiciones que conduzcan a la adoración.
Hay
que seleccionar cuidadosamente las lecturas bíblicas. Muchas de las personas
que asisten a la iglesia no leen la Biblia durante la semana y sólo escuchan
las Escrituras durante el servicio de adoración.
La
preparación cuidadosa de la oración pastoral es tan fundamental como la preparación
cuidadosa del sermón. Las oraciones deben ser meditadas cuidadosamente para que
sean significativas e inspiradoras.
La
música en la iglesia tiene gran importancia. La música debe reflejar el
espíritu y las creencias de la iglesia. En ocasiones, la calidad del canto del
coro o de la congregación puede ser deficiente o la música seleccionada puede
ser inapropiada para la adoración. La congregación puede sentir que no pueden
adorar porque no conocen los cantos seleccionados.
Puede
ser que la dirección de la música sea inadecuada. Basta con esto para sugerir
que el ministro, como líder de adoración, debe estar preparado para dar la
debida atención al lugar de la música en la adoración, y a la importancia de la
selección de materiales y la dirección de la música en la iglesia. Los cantos
seleccionados, la música especial y la dirección musical pueden estimular o
estorbar la adoración de la congregación.
Los
sacramentos deben ser debidamente administrados. En la adoración, la Palabra de
Dios llega al hombre a través de los sacramentos con tanta claridad como a
través de la predicación de la Palabra. El ministro está en la obligación de
administrar los sacramentos de tal manera que las personas puedan adorar por
medio de ellos, de la misma manera que lo hacen a través de los canales usuales
de adoración. Es importante que las personas conozcan cuál es la creencia de la
iglesia con respecto al bautismo y la Cena del Señor. Las personas nuevas y
aquellas que quieren ser miembros deben ser instruidas en el significado de los
sacramentos.
La
dirección del servicio de adoración es tan importante como la planificación del
mismo. El líder debe llegar al servicio de adoración preparado en espíritu y
habiendo preparado los materiales que utilizará en el servicio.
Todos
los detalles técnicos deben ser revisados minuciosamente con anterioridad (las
luces, el sistema de sonido, la disponibilidad de himnarios y Biblias, los
platos de la ofrenda, entre otros). Aunque estas responsabilidades pueden ser
delegadas, el ministro debe cerciorarse de que todos los arreglos estén listos
antes del servicio.
La
manera en la que el ministro dirige el servicio puede contribuir en gran medida
a que la congregación tome conciencia de la presencia de Dios. El espíritu de
adoración se comunica mejor a través de la persona y el estilo del líder de
adoración.
Dado
que el ministro no puede adorar por las personas, es imperativo que la
congregación crezca en su propio entendimiento de la adoración y en su
participación en ella. Una de las preocupaciones del administrador de la
iglesia como líder de adoración es cómo mantener en toda la congregación una
conciencia profunda y creciente de la necesidad de adorar.
El
administrador tiene una responsabilidad como maestro. Esta responsabilidad se
cumple principalmente a través del púlpito. La oportunidad de enseñar desde el
púlpito provee iluminación acerca de las verdades bíblicas y permite alcanzar a
un mayor número de personas. Otra oportunidad de enseñanza para el
administrador es a través de la capacitación para aquellos que desean ser
líderes cristianos. Pocos maestros tienen alumnos más receptivos para el
aprendizaje que los alumnos de la clase para líderes cristianos. Si esta
oportunidad se aprovecha sabiamente, puede transformar a la congregación entera
a lo largo de unos pocos años. El entusiasmo, el compromiso y el liderazgo de
nuevos miembros, conscientes y dedicados, puede traer nueva vida a la congregación.
La
educación cristiana es necesaria para toda la iglesia. El objetivo de la
educación cristiana es buscar un compromiso personal con Cristo como Señor, y
entonces crecer en el entendimiento de las implicaciones de este compromiso, al
tiempo que las circunstancias de la vida influyen en las personas y la
sociedad, demandando decisión y acción. Es este objetivo de compromiso y
crecimiento en Cristo lo que hace de la educación cristiana una actividad única
entre todos los esfuerzos educativos. El administrador de la iglesia debe
mantener muy claro este objetivo delante de todas las personas que trabajan en
la vida educativa de la iglesia. Las actividades de cualquier iglesia en el
área de la educación cristiana deberían ser descritas con exactitud como “la
iglesia estudiando”.
El
ministro debe procurar oportunidades de capacitación adecuadas para los
maestros. La manera más segura de mejorar la educación en la iglesia es
asegurando la adecuada capacitación de los maestros, a través de un programa
continuo de capacitación. La mejor manera en que el ministro puede contribuir a
este esfuerzo es proveyendo la motivación y los recursos, en vez de asumir una
responsabilidad directa en la capacitación de los maestros, aunque en algunas
circunstancias el ministro podría enseñar un curso de capacitación para
maestros.
Hay
una relación directa entre la adoración y el estudio, y la vida de la iglesia
como un todo. Dar a conocer el amor de Dios a todas las personas es esencial
para el cumplimiento de la misión de la iglesia, para lo cual se necesita la
participación de toda la congregación en una adoración significativa y en el
estudio vital de la fe cristiana.
LAS FUNCIONES DE LA IGLESIA
Evangelismo.
El tema que sobresale en los dos relatos bíblicos de las últimas palabras de
Jesús a sus discípulos es el evangelismo. En Mateo 28:19 Jesús les da el
mandato: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Y
en Hechos 1:8 Jesús dice: “…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre
vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Este fue el último punto que Jesús
trató con sus discípulos. Al parecer Jesús consideraba el evangelismo como la
razón misma de la existencia de ellos.
Edificación (Discipulado). La segunda función principal de la iglesia es la
edificación de los creyentes. Aunque Jesús hizo un énfasis mayor en el
evangelismo, la edificación de los creyentes es lógicamente prioritaria. Pablo
habló repetidamente sobre la edificación del cuerpo. Por ejemplo, en Efesios
4:12 Pablo señala que Dios ha dado diversos dones a la iglesia “…a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo”. Los creyentes deben crecer en Cristo, “…de quien todo el
cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan
mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento
para ir edificándose en amor” (Efesios 4:16).
Instrucción y enseñanza. Estas son parte de la gran tarea de discipular. Uno de
los mandatos de Jesús en la Gran Comisión es el de enseñar a los nuevos
convertidos a “…que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:20).
Con este propósito, uno de los dones que Dios ha dado a la iglesia es el de
“pastores y maestros” (Efesios 4:11), para preparar y equipar al pueblo de Dios
para servir. La educación puede asumir muchas formas y tener lugar en muchos
niveles. Le corresponde a los miembros de la iglesia hacer uso de todos los
medios y tecnologías legítimos disponibles hoy en día. La predicación es un
medio de instrucción que ha sido utilizado por la iglesia cristiana desde sus
inicios. Los estudios bíblicos, las clases en institutos bíblicos, el estudio
por correspondencia, la lectura para el desarrollo personal, las clases
individuales, y muchos otros medios son provechosos para capacitarnos para
alcanzar y enseñar a otros.
Adoración (o exaltación). Mientras que la edificación se enfoca en los creyentes y
es para su beneficio, la adoración se concentra en el Señor. La Iglesia
Primitiva se reunía regularmente para adorar, práctica que fue ordenada y
elogiada por el apóstol Pablo. Su instrucción a los corintios de apartar dinero
cada primer día de la semana – “Cada primer día de la semana cada uno de
vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando
yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 Corintios 16:2) – sugiere que
ellos se reunían regularmente en ese día para adorar. El autor de Hebreos
exhorta a sus lectores a no dejar de lado sus reuniones, como algunos
acostumbraban: “…no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre,
sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos
10:25). Aunque la adoración se concentra en Dios, también tiene un beneficio
para quienes adoran.
EL GOBIERNO DE LA IGLESIA HOY
Los
intentos de desarrollar una estructura de gobierno eclesiástico que se adhiera
a la autoridad de la Biblia encuentran dificultades en dos aspectos. El primero
es la falta de material instructivo. No existe una exposición autoritativa de
cómo debería ser el gobierno de la iglesia. Cuando examinamos los pasajes
descriptivos encontramos un segundo problema. Hay tanta variación en las
descripciones de las iglesias del Nuevo Testamento que no podemos identificar
un patrón autoritativo. Debemos, por lo tanto, examinar los principios que
encontramos en el Nuevo Testamento y tratar de construir nuestro sistema
gubernamental con base en ellos.
Un
principio evidente en el Nuevo Testamento, y especialmente en 1 Corintios, es
el valor del orden. Es deseable tener algunas personas como responsables de
ministerios específicos. Otro principio es el sacerdocio de todos los
creyentes. Cada persona es capaz de relacionarse con Dios directamente.
Finalmente, la idea de que cada persona es importante para el cuerpo como un
todo está implícita a lo largo del Nuevo Testamento, y se expresa de forma
explícita en pasajes como Romanos 12 y 1 Corintios 12.
El Compromiso
Un
recurso significativo en cualquier congregación es la devoción de los obreros
al ministerio de su iglesia local. Aunque el grado de compromiso varía entre
las personas, éste es influenciado profundamente por el desafío y la
efectividad del ministerio de la iglesia. Un ministerio efectivo es
probablemente el motivador más poderoso para asegurar el compromiso total de
todos los obreros de la comunidad. Esta es la razón por la cual algunas
iglesias reciben grandes cantidades de tiempo de parte de un gran segmento de
su membresía, mientras que para otras iglesias es tan difícil asegurar hasta el
menor compromiso de tiempo.
Objetivos
que valen la pena, comunicados adecuadamente, tienen un atractivo que inspira
los mejores esfuerzos de los cristianos comprometidos. Pero el compromiso puede
ser desperdiciado. En ocasiones se le otorga un resplandor religioso a
reuniones y actividades sin propósito, simplemente porque están relacionadas
con la iglesia. En algunas iglesias se presiona a las personas a participar en
largas reuniones de grupos de decisión, para las cuales no ha habido una
preparación adecuada y en las que, por consiguiente, poco se logra. El resultado
es una disminución del entusiasmo y el compromiso.
Debemos
hacer una valoración realista de los talentos combinados de las personas en
nuestra organización. No debemos cometer el error de poner a trabajar de
inmediato a personas sin experiencia; pero tampoco debemos caer en el error,
casi siempre fatal, de no tomarlas en cuenta en lo absoluto. “Úsalos o
piérdelos” es un eslogan que se aplica en el área del compromiso. No obstante,
las personas nuevas y sin experiencia deben ser puestas a servir en áreas donde
no se sientan fuera de lugar. El compromiso produce participación; y la
participación a menudo incrementa el compromiso.
Los cristianos no Involucrados
El
Dr. E. Stanley Jones, reconocido misionero a la India, se refería profundamente
al tema de los recursos humanos cuando dijo: “En la iglesia del futuro, la
prueba más importante de su poder de supervivencia, y de su supervivencia con
poder, será su capacidad de ganar a los dos tercios de su membresía que se
encuentran atrapados en el remolino de lo marginal y lo intrascendente, y que
van de aquí para allá sin llegar a ninguna parte, produciendo poco o nada,
excepto movimiento”.
¿Cuál
es el mayor recurso sin utilizar de la iglesia? Son los obreros y los
asistentes que están involucrados únicamente en lo marginal y lo
intrascendente. Un uso más productivo del recuso humano depende de la capacidad
de desafiar a la gente a dejar de ser espectadores para convertirse en
participantes. Este grupo de personas debe cambiar de una postura no
participativa y no contributiva de crecimiento hacia adentro, hacia una postura
de participación agresiva en la obra eterna del Reino de Dios. Pero ¿cómo
podemos hacer esto? ¿Es esto posible?
Los
líderes deben dirigir a la gente invirtiendo su propio tiempo; deben dirigir con
sus acciones más que con sus palabras. El buen liderazgo consiste en hacer que
personas promedio sigan su ejemplo para lograr un trabajo superior. Como un
buen instructor, un líder produce seguidores efectivos. El servicio cristiano
efectivo aumenta en gran medida cuando los miembros de la iglesia ven a sus
líderes involucrados productivamente en un servicio cristiano significativo.
La
motivación ha sido definida como lograr que alguien trabaje con entusiasmo
porque quiere hacerlo. Tal entusiasmo surge cuando las personas son llamadas a
realizar tareas que merecen y demandan su mejor esfuerzo. Cristo mismo, y Su
Iglesia, agresivamente involucrados en un servicio significativo, producen una
poderosa fuerza motivadora.
Cristo – la Cabeza de la Iglesia. Las personas que viven enfocadas en lo terrenal, con su
lucha por una supervivencia centrada en sí mismos, pueden no entender el
propósito de la Iglesia. La Iglesia – la verdadera Iglesia – está centrada en
Cristo. Su fundamento es Cristo. El Reino de Dios es la semejanza de Cristo.
Para la Iglesia, Cristo es la Cabeza, la Piedra Angular y la Fuente de
avivamiento y renovación. Su promesa, “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a
todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32), se ha cumplido a lo largo de la
historia de la Iglesia. Se cumple hoy y se cumplirá mañana.
Como
Fundador y Edificador de la Iglesia, Jesús dijo: “…edificaré mi iglesia” (Mateo
16:18). Como Sustentador y Protector, Jesús dijo: “…las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). La iglesia es de Cristo y Él está
edificando Su Iglesia hoy.
Aún
con sus debilidades la Iglesia es invencible con Cristo como su Señor. Sin
Cristo la Iglesia es inefectiva, no tiene poder y no es más que un club social
irrelevante. Con Él la Iglesia se convierte en el canal de Dios para salvar y
bendecir a un mundo necesitado. Sin Cristo la Iglesia es débil e insípida. Con
Él la Iglesia es el canal de Dios para salvación y significado.
Liderazgo Financiero. La membresía de la iglesia seguirá a los líderes que los
guíen con fe y visión. Aunque no tenemos un radar financiero, conocemos el
carácter confiable de Dios y la generosidad de Su pueblo en el pasado. Dios
quiere multiplicar los recursos financieros de Su iglesia a través de la gente;
y la gente quiere dar.
El
verdadero nivel de compromiso de una persona para con Cristo a menudo se
refleja en sus actitudes y prácticas de mayordomía. Dios es el dador de todo;
Él nos da la capacidad de ganar dinero. Él nos da la oportunidad de tener
empleos bien remunerados. Los cristianos damos con alegría, no por presión ni
por obligación, sino porque reconocemos que todo lo que poseemos se lo debemos
a Dios. Y los líderes – tanto ministros como laicos – deben dar un ejemplo que
desafíe la generosidad cristiana en cada miembro de la iglesia.
Diezmos.
El pueblo de Dios da generosamente conforme Él los prospera. Ninguna otra
organización en el mundo tiene una base financiera tan confiable. Y dado que
sus razones fundamentales para dar son espirituales, un ministerio agresivo
atrae los fondos adecuados.
Información
Financiera. Con demasiada frecuencia, la información relativa a las finanzas de
las iglesias locales se mantiene oculta en un halo de misterio y secreto.
Frecuentemente el tema de las finanzas en las iglesias locales se discute en
términos imprecisos y mojigatos. Sin embargo, el presupuesto es el ministerio
de la iglesia expresado en términos monetarios y como tal, debe ser compartido
con la congregación. La información financiera puede ser confiada a los
creyentes. Dios siempre usa la información, no la ignorancia. El correcto
manejo de las finanzas y el compartir la información con la congregación
estimulan el dar. Un principio importante para el compromiso financiero es que
las personas apoyan aquellos programas que ellas mismas ayudan a desarrollar y
que entienden completamente.